Mes: septiembre 2015

El primer y el último día

En dos semanas cumpliré un año en Alemania, 365 días lejos de mi familia, mis amigos y mis tierras. Aún recuerdo la primera noche en mi habitación de Hagenschies, a pesar del poco tiempo en la ciudad mis pertenencias ya habían aumentado y eso era lo único que me acompañaba en ese lugar tan ajeno, frío, extraño y solo. El jetlag y una pesadilla, se la ingeniaron para despertarme en la madrugada y facilitar el clima para hacerme llorar como una Magdalena. Fue en ese momento, cuando me cayó “el 20” del lugar donde estaba, 9,000 km de distancia entre mis seres queridos, mi cultura, mi rutina… Lloré hasta que me venció el cansancio.

El lunes 31 de agosto me tocó entregar la llave de mi cuarto, que después de más de 11 meses se había convertido en mi guarida de reposo, mi espacio, mi hogar. Al igual que la primera noche, no pude dormir, esta vez porque me quedaba mucho por limpiar y acomodar. Por supuesto, sé que he cambiado, pero fue hasta el pasado lunes que realicé mi vida ya no era la misma. Esa melancolía por extrañar a mi madre, mi sobrinito y mis abuelos, se había reducido a ver sus fotos en mi escritorio o la cercanía inimaginable que me había dado Skype. Me consideraba un poco menos foránea en la ciudad, entre internacionales y alemanes, conocía a mucha gente que bastaba ir a Leopoldstrasse para encontrarme con alguno de ellos, manejaba perfecto las rutas de los buses,  a qué tiendas ir si necesita cualquier cosa y hasta me sabía de memoria algunas plataformas y horarios de trenes.

Me sentía segura. Los miedos de enfrentarme al idioma alemán, una universidad extranjera y otro tipo de gente, habían desaparecido. Ahora, me doy cuenta que lo que más me gusta es explorar y descubrir todo lo que esta experiencia me ofrece. Más que nada, me sentía alegre y orgullosa de mis conocimientos, mis logros y las nuevas metas que me he impuesto. Me dio gusto mirar hacia atrás y poder entregarle este precioso regalo de recuerdos a mi yo del presente.

Estaba ansiosa por dejar la ciudad y no precisamente porque me disgustara, después de tanto tiempo ya le había tomado cariño, sino por dar inicio a una nueva aventura en otro lugar. Cerré la puerta y no creo haber dejado nada en ese pequeño cuarto porque sin duda, todo se quedará en mi memoria.

Enhorabuena, doy muchas gracias a Dios por tener este plan maravilloso para mí y a mi familia por acompañarme a cada momento y jugársela siempre conmigo.

Un beso,

Adri Castro

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Pforzheim